Isabel Picorel fue la primera mujer que buscamos en una
fosa. El 26 de agosto de 1936 la asesinaron en Fresnedo, León, pistoleros de
Falange. La avisaron de que escapara porque iban a por ella. Huyó con sus hijos
y pasaron la noche al raso. (El dibujo es de su hijo Vicente).
Vicente recordaba que esa noche durmió acurrucado en el
monte junto al cuerpo de su madre. Fue la última vez que la vio. Tenía 11 años.
Ella regresó a casa sola, a por dinero que había dejado al escapar, y nunca
regresó. Sus hijos se fueron a Asturias en busca de su padre.
Vicente embarcó hacia la Unión Soviética y estudió Bellas
Artes en Bakú, Azerbaiyán. En 1956 regresó a España y cuando murió Franco buscó
el cuerpo de su madre. Al conocer la exhumación de Priaranza del Bierzo se puso
en contacto con nosotros y la exhumamos en septiembre de 2001.
La vida de Vicente estuvo marcada la pérdida. Cuando llegó a
Fresnedo en 1976, alguien que no se atrevía a ir con él hasta el lugar exacto
de la fosa, le iba indicando a distancia que se fuera moviendo hasta que le
colocó sobre ella. Había mucho miedo.
https://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Adios-Al-Nino-De-La-Guerra-vn30208-vst216
En el año 2008, en la localidad leonesa de Fabero, se
instaló un monolito con una escultura suya, "Nunca jamás", que
representaba unas manos saliendo de la tierra de un mapa de España. "A los
hombres y mujeres que empeñaron su vida en la búsqueda de la libertad".
También hizo una escultura, instalada en Gijón, dedicada a
todos los niños y niñas que fueron evacuados dede allí a la Unión Soviética.
Vicente murió el 12 mayo de 2009 y fue enterrado en Donado,
Zamora, dónde había depositado los restos de su madre. Meses después hicimos la
campaña "Cultura contra la impunidad" y la actriz Carmen Machi puso
voz a la historia de Isabel Picorel para que no cayera en el olvido.
CARTA REMITIDA POR VICENTE MOREIRA PICOREL AL AYUNTAMIENTO DE CUBILLOS
DEL SIL
Transcurrían los primeros días de la Guerra Civil cuando mi
padre, Ramón ebookelo.com - Página 38 Moreira Justel, junto con otros
compañeros, en su mayoría mineros, se dirigieron andando hacia Asturias para
defender al gobierno legítimo de la República. Mi madre, Isabel Picorel Celada,
mis hermanos Valentín, Ramón y yo nos quedamos solos, sin un padre
ni ningún apoyo económico. Yo tenía once años y recuerdo el día en
que los falangistas llegaron a Langre, donde vivíamos. Lo hicieron por la
Sierra del Rozo, en la segunda quincena del mes de agosto de 1936, disparando
sus armas a medida que se acercaban al pueblo.
Recuerdo que salí corriendo hacia el monte hasta que se hizo
de noche y me reuní con mi familia. Fue entonces cuando supe que a mi madre la
habían amenazado de muerte. Esto le obligaba a huir si no quería dejar a sus
hijos huérfanos. Pasamos la noche en casa de un vecino de Langre, Cipriano
Alonso Campillo. A la madrugada del día siguiente nos echamos a la calle con
intención de bordear el pueblo para coger el camino hacia Sorbeda, pero los
primeros rayos de sol nos impidieron hacerlo al iluminar todo el entorno.
Entonces salimos corriendo sin rumbo para alejarnos de aquel infierno. Aquel
día lo pasamos caminando por el monte de un lado para otro. Por la noche
dormimos entre las urces. Recuerdo que mi madre me cogió entre sus brazos para
darme calor en aquella fría noche de agosto.
A la mañana siguiente llegamos por fin al pueblo de Sorbeda.
Allí fuimos acogidos en casa de Tomás Ruiz y su esposa Benigna, que eran amigos
de mis padres. Al anochecer, mi madre, a pesar de las amenazas, decidió volver
a Langre junto a mi hermano Valentín para coger de nuestra casa abandonada ropa
o cualquier otra cosa que necesitáramos para emprender viaje hasta la zona más
cercana que todavía estaba bajo control gubernamental, Asturias. Pero al llegar
a San Miguel de Langre fueron arrestados y conducidos a Toreno del Sil. Era el
26 de agosto. Al día siguiente también fue arrestado el vecino de Langre que
nos había dado cobijo la primera noche, Cipriano Alonso Campillo. Los
falangistas habían requerido también a otras personas, entre las cuales se
encontraban Sergio Rodríguez Prieto y su primo Bemardino Fernández Prieto. Otra
de las personas requeridas, mientras esperaba su turno, tuvo un mal
presentimiento y pudo huir. También huyó mi hermano Valentín, que se dirigió a
Sorbeda para reunirse con nosotros. En la madrugada del día 28 de agosto, un
camión ligero salió de Toreno del Sil con dirección a Ponferrada. En él eran
llevados Isabel Picorel Celada, mi madre, de cuarenta y dos años, Cipriano
Alonso Campillo de cuarenta y cuatro años, vecino de Langre, Sergio Rodríguez
Prieto de veintisiete años, de Tombrío de Arriba, y Bemardino Carro Prieto de
veintiún años, del mismo pueblo. Al llegar a la altura del pueblo de Fresnedo
fueron obligados a abandonar el vehículo y en un prado que hay junto a una
fuente a la entrada del pueblo fueron asesinados. Al día siguiente, el padre de
uno de los chicos asesinados, al comprobar que su hijo no había regresado a
casa, cogió un caballo y se fue a Toreno del Sil.
Antes de llegar un conocido le dijo que durante la madrugada
había oído unos ebookelo.com - Página 39 disparos cuando estaba cerca de
Fresnedo. El hombre se dirigió al fatídico lugar y contempló consternado los
cuatro cadáveres que yacían en el prado. En ese lugar estuvieron hasta que unos
vecinos del pueblo fueron obligados a enterrarlos allí mismo.
Es preciso recordar también el nombre de los asesinos que
aterrorizaron y saquearon la zona, algunos de ellos: los hermanos De Paz, que
eran Rogelio, Manuel, Gerardo, Avelino y Andrés; Fausto Fernández, que mató a
104 personas; Pepe el Maragato que era cuñado de los De Paz, y Severino Castro,
hijo del ingeniero jefe Castro. También son «dignos» de recordar algunos
sacerdotes como Paciano y Gonzalo, que colaboraban con la causa «por la Gracia
de Dios». Al caer Asturias en octubre de 1937, mi padre fue apresado y condenado
a muerte, pero pudo librarse y cumplir cuatro años de cárcel.
Nosotros tras el asesinato de mi madre, fuimos llevados a la
URSS, regresando pasados los años. A lo largo de mi vida, y en los tiempos más
difíciles, he pensado que algún día podría recuperar los restos de mi madre.
Poder sentir calor con su presencia, como en aquella noche de agosto de 1936,
en este mundo tan injusto. Para ello espero contar con la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica, cuya labor humana merece un apoyo incondicional.
Vicente Moreira Picorel
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Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica www.memoriahistorica.org.es